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Mostrando entradas de abril, 2018

Caída libre

Le habían dicho que había nacido en el Pacífico, hija o nieta de un monzón. La gotita se había condensado con paciencia y lentitud proverbiales, muy a su pesar. Hoy, en el día de su despegue hacia la gravedad La Casualidad escogió para ella una pequeña villa en Kyoto. La gotita divisó su destino terrestre todavía agarrándose con sus temblorosas patitas, como miden su caída todas las gotas. Suspiró y se dejó atraer por el mapa, sin abrir los ojitos, respirando las capas atmosféricas, y rezando a La Casualidad que le permitiera volver pronto.

Tormenta en Galilea

[Cuento en cien palabras ] El mar verdenegro va dando lengüetazos furiosos al pequeño barco, cazando a los catorce tripulantes. Ropas empapadas, gritos desesperados y pedidos de ayuda, lluvia como navajas y la mezcla de náuseas y terror. Un hombre, a contraviento, con la derecha se agarra todo furia de una soga que sujeta el mástil a cubierta, hasta hundirse las uñas en el talón de la mano. La izquierda en la frente con asombro y terror, mira fijamente hacia la tercera dimensión. Rembrandt deja caer el pincel, se reconoce en seguida e imita la boca entreabierta de su propia imagen, entre sorpresa y terror.

Paparazzi

¿No detestas cuando de madrugada te despierta tu teléfono con un mensaje? Pero lo realmente escalofriante es recibir una fotografía tuya, durmiendo en tu cama.

Las horas

Las horas “Mil colores luce la muerte en las tumbas florecidas.” Eduardo Galeano Entre las cuatro y las cinco de la austera madrugada mueren los amores prohibidos envueltos de culpa, y muere también la cómplice negrura con que se tizna el grito de la gitana voluble. Ya pasadas sexta y octava hora diurna, reposa para siempre el sueño. Se va dejando morir este sueño arrebolando sus bostezos en las nubes hasta que la vista lo deja irse a los celestes últimos. Cuenta las numerosas muertes de la mujer la llegada del mediodía, la ve comerse las uñas con los hijos y la piel con los fantasmas. A la una y a las dos la muerte se despierta en los niños. A la una y a las dos la muerte se despierta en los niños, con mucha, mucha pereza. De tres a seis, con aguacero de catarsis, con aguacero piadoso, con aguacero profeta, muere Vallejo. A las siete, a esa hora juguetona y secuaz, a esa hora muere la niña. De las ocho a las diez la blanca muerte va a los hospitale