Acuario Frank Herrera |
La tengo en el pecho y entre los dedos,
tengo agua hasta en los besos.
No como el trompetista de jazz que
ensaya sus colores en el balcón de enfrente
sino en mí,
encima de mis rincones esparcidos
y debajo de mis aguas laboriosas
tengo toda el agua.
Adora las vísceras amorosas de la Tierra,
desmantelada por buitres bondadosos
y expuesta al sol,
vulnerable ofrenda al sol.
El agua me tiene, me colma como en brasas,
centuria de placeres intuitivos que son
muerte orquestal y alimento taciturno;
el vestigio de Cielo nos tiene en el regazo,
sintiéndonos y dejándose palpar,
armándonos como buitre bondadoso,
viviendo en nuestras vísceras
como un extraño rumor,
pero no del balcón del frente,
sino en nosotros, en nuestros rincones temblorosos,
en nuestros cientos de centurias apelmazadas
por vientos mutantes sin apellido.
Nos tiene,
como se tiene una vida,
como una nuez llena de lágrimas de sol,
que se funden en el aullido de un perro de Singapur.
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