Vecinos "Liszt" , susurró Nahomi, y pocos segundos después precisó: "Ständchen" . Desde el apartamento contiguo solo conseguía distinguir las melodías, y había aprendido ese juego obsesivo de adivinar la obra y el compositor, mientras su vecino del 4C tocaba el piano presumiblemente en son de práctica. Esta tarde le parecía que la canción dibujaba un árbol de color azul-mágico en el aire que les separaba. Ella se dejaba hechizar como en cada tonada una vez complido su ritual taxonómico. Del otro lado los delgados falanges de Fiodor martillaban las apoyaturas del último pasaje, sin dejar de pensar en la ocupante del 4B. Se habían cruzado una sola vez en el pasillo. Él, por supuesto, no se había atrevido a intentar llamar su atención, no confiaba lo suficiente en su destreza para hablar. Ella, ensimismada, caminaba como de memoria sus pasos hasta la puerta. Por un instante ambos disminuyeron el ritmo, pero siguieron andando hasta la separación. "Ojalá mi p